En la casa mágica...

En la casa mágica vivía un señor oblongo y raro, bebía pócimas de excremento de gusano. No se lavaba los dientes y reía a carcajadas

Odiaba a las mujeres, era un misógino de pro; pero tampoco se acertaba con los hombres. Tenía algo especial, por lo único que destacaba, todo lo adivinaba, todo lo sabía, y mucha gente temía que abriera la boca.

Un día que fui a visitarle, me hablaba de Gertrudis, una mujer sedienta que nada la saciaba. Vivía para llenar sus días de la vitalidad de otro ser. Tenía un gran poder que sabía cómo utilizarlo, un imán que se hacía cemento. No tenía piedad haciendo acopio de eternidad.

No quise que me siguiera contando, no soportaba ni entendía de métodos para acaparar. Y me pareció que yo sería más generosa si me olvidaba de esos temas.

Mi mundo estaba muy lejos de la casa mágica, allí crecían los árboles con riego, con la lluvia, y no necesitaban productos químicos. Solo me acerqué por curiosidad, queriendo saber más de la vida; pero no todos los lados de ella me resultaban agradables; por eso prefería la mía. Mis pasiones eran diferentes.

El oblongo ser me quería retener para seguir contando, pero salí corriendo mientras tapaba mis oídos. Ya conocía suficiente.

Misterio azul