Caminaba...

Caminaba por el campo un hombre agachado y torcido. Su cabeza siempre miraba para atrás. Él era sabio, la vida le había enseñado mucho en su desgracia.

Sabía de muchas historias misteriosas, era clarividente. Me contó lo que pasaba por su mente:

Veía como un hombre acudía a diario a su entrevista con alguien que le mantenía encadenado. Me decía que cada sentimiento es diferente, y que el de ese señor, era un amor agradecido, entre otras cosas inconfesables, que duraría toda la vida.

Su visión me hizo pensar, no me gustaba ese sentimiento. No me gustaba que alguien me tuviera que pagar toda la vida. Prefería mi sentimiento efímero y fugaz. Otra conclusión que saqué, es que yo en la vida no querría estar atada a un imposible, no podría esperar a las cadenas de agua que jamás se romperían.

Liberó mi corazón pensar en la felicidad de alguien que la necesitaba más que yo, y pensé que yo tenía muchos lugares donde encontrarla.

Comprendí muchas cosas del pasado. Me alegró saber que yo no tenía ese tipo de cadenas. Prefería la luz a una cueva oscura, prefería estar a la vista del mundo sin que nadie me escondiera. Me gustaba que quien me amara se sintiera orgulloso de mostrarme y de tenerme.

Agradecí al curioso hombrecillo que me hiciera pensar y comprender a los otros. Y recodé la canción: Lo que tiene que ser. Será. Será… Lo que ha de venir, vendrá ,vendrá…

Misterio azul